
CATAZAJÁ, CHIAPAS
JANUARY 2018
Cinco hectáreas podrían parecer pocas para un productor. Pero podrían ser el sustento y el futuro de una familia, como lo es para Luis Méndez Álvaro Chol un miembro de la comunidad indígena Chol de Catazajá quien a sus 54 años sigue trabajando como jornalero y machetero. Recientemente, ha incursionado como empresario y es ahora miembro la sociedad Mundo Maya, ubicada en el municipio de Catazajá, Chiapas.
La palma de aceite es tan noble, que desde 1999, cuando sembró por primera vez, las matas siguen dando frutos a pesar de los errores que se cometieron por la falta de experiencia.
Hoy, gracias al Programa Holístico co-creado por PepsiCo, Oleopalma, Femexpalma, Nestlé, RSPO y Proforest, Luis y sus compañeros están en proceso de lograr la certificación RSPO (Roundtable on Sustainable Palm Oil), lo que hará que sus plantaciones sean más sostenibles, productivas y, en consecuencia, más rentables.
Hoy nos confiesa que en dos décadas de cultivo y cosecha de la planta ha podido darles estudios universitarios a cuatro de sus siete hijos. Alberto el mayor, es abogado, le siguió Miguel que se decidió por la criminología, luego vemos a Zenaida, quien estudió turismo y por último Deysi, quien inspirada por el trabajo de su papá, decidió estudiar para ser una ingeniera agroindustrial.
“Yo no los obligo, yo nomás los aconsejo. Les he dicho: el que quiera estudiar, yo lo voy a apoyar. Y ya ellos deciden”. Aún tiene a tres de sus hijos en educación media superior. “Poquito o mucho, la palma siempre te va empujando. Son ellos los que deciden qué quieren.”
Gracias al proceso de certificación, Luis menciona que ha cambiado su manera de manejar la palma. Le han enseñado a tener limpios los espacios entre palmas, porque eso le permite tener un mejor corte del fruto. Otra cosa que ha aprendido es a nombrar sus plantaciones, ya que esto le ayuda a tener un mayor control de su cosecha, y también ha mejorado en todo el proceso de corte y poda. Ahora las hojas las apila y las va formando, con la intención de que se vuelvan una composta natural con el paso del tiempo.
Aunque su palma está en la última etapa de vida, pues tiene dos décadas desde que la sembró, el quiere sacarle el mayor provecho a los años que le quedan. Por eso decidió participar en el programa de Fertiahorro, una iniciativa impulsada por Oleopalma, para facilitar el ahorro destinado a la compra de fertilizantes entre los productores que están en proceso de certificación.
“La palma no nos deja con las manos cruzadas”. En un futuro cercano, Luis está pensando en resembrar, porque ha visto que la palma es un buen negocio para su familia. A sus 54 años, aún se le nota la fuerza en los músculos de su cuerpo, es una persona activa que, además de atender su plantación, sigue trabajando como jornalero en otras plantaciones. Además, y como si fuera poco, tiene un pequeño huerto donde siembra maíz para el consumo familiar.
Antes de despedirse en su lengua indígena, el chol, Luis nos recuerda que su proceso de capacitación no sería el mismo sin los técnicos que lo apoyan actualmente, porque sin su acompañamiento, quizá él no hubiera entendido que el cuidado de los suelos es tan importante como el cuidado de las palmas.