
NUEVA ESPERANZA, CHIAPAS
ENERO 2020
Hace 11 años, Enrique Guzmán hizo la mayor apuesta de su vida. Junto con la tierra que su padre le había heredado, ejidal tenía los ahorros de toda su vida y por si fuera poco, su cuarto hijo acababa de nacer. Él no era ejidatario, pero sabía todo lo que sabía que saber sobre un tema: la agricultura. Lo único que sabía era sembrar maíz y yuca, y ahora, recuerda que el consejo de sembrar palma de aceite se lo dio su amigo Felipe.
La historia acabaría de la mejor manera: “la palma es oro puro” ha dicho este integrante de la sociedad Palmicultores del Sureste, Enrique ahora ve las cosas en retrospectiva y está convencido de que se ganó la lotería y seguirá ganando el dedicar sus tierras al cultivo de la palma.
“No éramos palmeros, siempre nos hemos dedicado a la agricultura y a la ganadería en ordeña y engorda. Ese era nuestro sustento.”
Después del auge que hubo por la producción de palma gracias a diversos programas de gobierno en el sexenio de Ernesto Zedillo, Enrique cuenta que muchas personas decidieron renunciar cuando terminó el programa. Sobre todo, porque durante aquellos años no había una industria consolidada que comprara el fruto. “Mucha gente agarró el programa como negocio, pero nosotros desconocíamos el proceso. Luego vinieron ingenieros a explicarnos brevemente, nos dijeron cómo había que limpiar, pero muy rústico, muy rudo. A los tres años empezamos a producir.”
Fue hasta que se instalaron las extractoras cuando el cultivo de la palma comenzó a tener un verdadero impulso. “Yo a mis cuatro hectáreas las quiero, las amo… porque yo tengo cuatro hijos y esa palma es la que me ha dado el sustento para darles una oportunidad en la vida.”
Los cuatro hijos que tiene Enrique están en la escuela. El mayor de ellos, llamado Rodolfo, está en la universidad estudiando para ser ingeniero forestal, es tan dedicado y disciplinado que la propia escuela decidió becarlo “y eso me llena de orgullo, la verdad, su escuela me cuesta mil 500 pesos, pero un día llegó para decirme que no tenía que pagar, porque su escuela le dijo que por buenas calificaciones no había que pagar. Yo le di ese dinero a él, para que se comprara unos zapatos.”
Dos de sus hijos están en el bachillerato y una más, la más pequeña, en la primaria. “Yo soy campesino y le digo a mis hijos que no gano ningún sueldo, todo nos lo tenemos que ganar. Tengo 15 años trabajando los pedazos de tierra que me dejó mi papá. Yo vivo muy agradecido de la palma, de ahí mis hijos están estudiando y la palma me da para el sustento.”
Enrique está emocionado. Cuenta que está por conocer los resultados de los análisis de suelo y foliares que les han practicado a sus plantaciones los técnicos de Oleopalma, gracias al proyecto de certificación que impulsa la colaboración del Programa Holístico.
Con esa información “voy a poder mejorar mi producción. Si ahorita mi palma da y no sabía muchas cosas, ahora que ya tenga más información voy a poder aplicar las fórmulas (fertilizante) y voy a poder aumentar mi producción”.
Con esa información “voy a poder mejorar mi producción. Si ahorita mi palma da y no sabía muchas cosas, ahora que ya tenga más información voy a poder aplicar las fórmulas (fertilizante) y voy a poder aumentar mi producción.”
A sus plantas le quedan unos 17 años antes de pensar en la resiembra. Pero Enrique lo tiene clarísimo: después de ver a sus hijos graduados de la universidad, volverá a apostar por la palma. Y dice que esa será su jubilación.